¿Se puede entender la música actual
sin un piano? Ni la actual ni la pasada y eso se lo debemos a Bartolomeo
Cristofori, que, a principios del siglo XVIII, pasó de construir clavecines a
inventar el piano. Aunque desconocido por muchos, fue uno de los hombres que
cambió la historia de la música con sus inventos.
Italiano, de Padua, y, según cuenta
la leyenda sin confirmar, aprendiz del constructor de violines Nicolò Amati. De
él podría haber sacado su interés por la música, aunque apostó más por los
instrumentos de teclado. Tanto que acabó inventando uno que ha llegado a
nuestros días como un básico de la cultura.
Desde bien joven supo que quería ser
alguien el mundo de la música. No como compositor, sino como creador. Antes del
piano fueron dos sus invenciones, aunque no consiguieron el mismo éxito. La
espineta era una especie de clavicordio con las cuerdas inclinadas para ahorrar
espacio, algo muy preciado en los pequeños huecos en los que se colocaba la
orquesta en las representaciones teatrales. Poco después, Bartolomeo Cristofori
sorprendió con la original espineta oval, una especie de virginal con las
cuerdas más largas a mitad de la caja.
Pero su gran éxito llegaría algo más
tarde. En 1698 empezó a trabajar en el piano, aunque algunos registros lo fechan
dos años después, en 1700. En esa época trabajaba contratado por el príncipe
Fernando II de Médici como conservador de instrumentos, construyendo
clavicémbalos, en gran parte. Le dio una gran soltura con las piezas de cuerda
y teclado, hasta el punto que se atrevió a dar el paso.
Bartolomeo Cristofori veía un
problema en los clavicémbalos y acabó encontrando la forma de resolverlo. No
ser podían tocar sonidos suaves y fuertes a la vez, así que se le ocurrió una
idea y la llevó a cabo. Tardó 16 años en hablar de un «arpicémbalo» que tenía
dos juegos de cuerdas y una caja de resonancia que podía producir suaves y
fuertes o, en italiano «piano e forte» –de ahí el nombre con el que se acabó
conociendo al instrumento–.
Cristofori creó tres pianos, todos
en la década de 1720. El primero se encuentra hoy en el Museo Metropolitan de
Nueva York con la inscripción original en latín del inventor: «BARTHOLOMAEVS DE
CHRISTOPHORIS PATAVINUS INVENTOR FACIEBAT FLORENTIAE», –Bartolomeo Cristofori,
inventor de Padua, hizo esto en Florencia– seguido de la fecha, en números
romanos. Las mismas palabras que recogen sus pianos de 1722 y 1726, que se
guardan en Roma y Leipzig.
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